lunes, 22 de junio de 2009

SCHOPENHAUER.

Biografía [editar]Arthur Schopenhauer nació el 22 de febrero de 1788 en el seno de una acomodada familia de Danzig. El padre de Arthur, Heinrich Floris Schopenhauer, fue un próspero comerciante que inició a su hijo en el mundo de los negocios, haciéndole emprender largos viajes por Francia e Inglaterra. Su madre, Johanna Henriette Trosenier, fue una escritora que alcanzó cierta notoriedad al organizar soirées literarias en la ciudad de Weimar. Tales reuniones le brindaron al joven Arthur la oportunidad de entrar en contacto con grandes personalidades del mundo cultural de su tiempo como Goethe y Wieland. Por lo demás, el carácter extrovertido y jovial de Johanna contrastaba con la hosquedad y misantropía de su hijo. De ahí que la relación entre ambos fuera bastante conflictiva. Este rasgo de la personalidad de Schopenhauer condicionó también el trato con su única hermana, Adele, nueve años menor que él.

En 1793, poco antes de que Danzig fuera anexionada a Prusia, la familia se trasladó a Hamburgo. Por expreso mandato paterno y a contramano de su propia vocación, Schopenhauer inició en 1805 la carrera de comercio en calidad de aprendiz. Ese mismo año murió su padre, presumiblemente por suicidio. No obstante todo, Arthur siempre llevó una buena relación con él, estima que aparece en sus escritos al agradecer que su independencia económica heredada de su progenitor le hubiera permitido llevar a cabo su verdadera vocación. Al morir Heinrich Floris, el resto de la familia se trasladó a Weimar. Es allí donde su madre decidió iniciar las ya mencionadas tertulias literarias. Arthur, sin embargo, permaneció en Hamburgo con el fin de ejercer la profesión de comerciante.

No obstante, poco antes de cumplir los veinte años de edad, Schopenhauer decidió abandonar definitivamente el comercio para emprender estudios universitarios. De este modo, en 1809, se matriculó como estudiante de Medicina en la Universidad de Gotinga, donde asistió a varios cursos. Allí conoció a Gottlob Schulze, un profesor de filosofía que le aconsejó emprender el estudio pormenorizado de Platón y Kant, para que luego lo complementara con la lectura de las obras de Aristóteles y Spinoza.

Pensamiento [editar]Denn da der ganze Mensch nur die Erscheinung seines Willens ist; so kann nichts verkehrter sein, als, von der Reflexion ausgehend, etwas Anderes sein zu wollen, als man ist <...> [Puesto que el hombre en su totalidad es sólo el fenómeno de su voluntad, nada puede resultar más absurdo que, partiendo de la reflexión, querer ser algo distinto de lo que se es <...>][3]


Schopenhauer, poco dado en principio a las licencias especulativas del idealismo alemán, tomó como base de su propio sistema el criticismo de Kant. Sin embargo, mientras el Kant de la primera crítica negaba radicalmente la posibilidad de conocer el noúmeno o cosa en sí (Ding an sich), Schopenhauer sostuvo que mediante la introspección era posible acceder al conocimiento esencial del yo. Identificó a este con un principio metafísico al que denominó "voluntad" o "voluntad de vivir" (Wille zum Leben). Por otra parte, redujo los doce conceptos puros a priori del entendimiento (categorías) del sistema kantiano a uno sólo: el principio de razón suficiente o de causalidad.

El concepto de voluntad, en el estricto sentido schopenhaueriano, no alude a la mera facultad psíquica de querer sino que, antes bien, se refiere a un ser o esencia (Wesen) de carácter metafísico cuyo correlato sensible es el mundo fenoménico. En efecto: el mundo de los fenómenos —que a diferencia de la Voluntad está sujeto indefectiblemente a las coordenadas espacio-temporales determinadas por el principio de individuación (principium individuationis) y a la ley de causalidad—, no es más que la Voluntad misma "objetivada" que, en cuanto tal, debe ser entendida en términos de lo que Schopenhauer llama "representación" (Vorstellung).

Según Schopenhauer, la voluntad —en su modo de ser objetivado— se manifiesta en todos los estratos del mundo natural, desde la simple piedra hasta el hombre, en quien alcanza su grado máximo al adquirir la forma del deseo consciente —en cuyo único caso pasa a identificarse con la noción corriente de voluntad—. En sí misma, sin embargo, la Voluntad no es otra cosa que "un ciego afán (Drang), un impulso (Trieb) carente por completo de fundamento y motivos" (El mundo como voluntad y representación, II. ii, 28). En otras palabras:

Bajo tales aspectos, entonces, resulta evidente que yo, con razón, haya puesto a la Voluntad de vivir como lo ulteriormente inexplicable, o más bien, como fundamento y base de toda explicación y que esta —muy lejos de ser un palabrerío vacío como 'lo absoluto', 'lo infinito', 'la idea' y demás expresiones similares— sea lo más real (das Allerrealste) que conocemos; más aún: el núcleo de la realidad misma (der Kern der Realität selbst). (Ibid.)
Ahora bien, en la medida en que la voluntad se expresa en la vida anímica del hombre bajo la forma de un continuo deseo siempre insatisfecho, Schopenhauer concluye que "toda vida es esencialmente sufrimiento (Leiden)" (Op. cit., IV, § 56). Y aun cuando el hombre, tras múltiples esfuerzos, consigue mitigar o escapar momentáneamente del sufrimiento, termina por caer, de manera inexorable, en el insoportable vacío del aburrimiento. De ahí que la existencia humana sea un constante pendular entre la Escila del dolor (Schmerz) y la Caribdis del tedio (Langeweile), periplo éste que la inteligencia sólo puede anular a través de una serie de fases que conducen, progresivamente, a una negación consciente de la Voluntad de vivir.

Es por ello por lo que Schopenhauer propone una huida del mundo. Con todo, no aprueba el suicidio como camino, ya que el suicida no renuncia a la vida en sí misma, sino a la que le ha tocado vivir en condiciones desfavorables. Por lo tanto, el filósofo reconocerá como válidas sólo tres alternativas, que jerarquiza según el grado de aniquilación de la Voluntad implicado en cada una de ellas:


Billete de Danzig con la efigie de Schopenhauer (1923). Nótese el valor nominal del billete, consecuencia de la hiperinflación: 500 millones de marcos.la contemplación de la obra de arte como acto desinteresado, fundamento de su estética;
la práctica de la compasión, piedra angular de su ética;
la autonegación del yo (asimilable a una suerte de nirvana) mediante una vida ascética.
Por lo demás, Schopenhauer fue el primer gran filósofo occidental que puso en contacto los pensamientos de su época con los de Oriente y uno de los primeros en manifestarse abiertamente ateo.[4]

En este sentido, cabe destacar la acérrima defensa que propugnó por los derechos animales, seguramente motivada por sus influencias de Oriente, de tal suerte que en su obra pueden verse numerosos pasajes a este respecto:

La compasión hacia los animales está tan estrechamente ligada a la bondad de carácter que se puede afirmar con seguridad que quien es cruel con los animales no puede ser una buena persona.[5]
Una compasión sin límites por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la buena conducta moral.[6]
Ni el mundo es una chapuza (Machwerk) para nuestro uso ni los animales son un producto de fábrica para el mismo.[7]
El hombre no debe compasión (Erbarmen) a los animales, sino justicia.[8]
El hombre ha hecho de la Tierra un infierno para los animales[cita requerida]
La originalidad y el carácter anticipativo del pensamiento schopenhaueriano dejó su fuerte e insoslayable impronta en autores de la talla de Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Thomas Mann, Ludwig Wittgenstein, Eduard von Hartmann, Hans Vaihinger, Marcel Proust, Henri Bergson, Émile Cioran, Jorge Luis Borges y Michel Houellebecq, entre otros.

El concepto de Schopenhauer de impulso ("Trieb") sin objeto, presumiblemente a través de la obra de Nietzsche, se situaría en la base de la doctrina psicoanalítica del inconsciente de Sigmund Freud, otro pesimista

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